
George Balanchine fue el pionero de lo que hoy conocemos como ballet neoclásico, utilizando un estilo entre el ballet clásico y danza contemporánea actual.
En el ballet neoclásico la técnica procede de la académica pero las formas y pasos adquieren una expresión menos encorsetada y con mayor fluidez. A diferencia del ballet clásico, donde el movimiento se encuentra totalmente codificado (cinco posiciones básicas, pliés y grand battement, etc.), el ballet neoclásico rompe con este corsé.
Esta evolución del ballet se desvincula de la narración de historias, como lo demostró hace 70 años el genial George Balanchine. El término neoclasicismo surgió en pleno siglo XIX como adjetivo peyorativo al movimiento estético que reflejaban los principios intelectuales de la Ilustración en las artes.
Para encontrar su origen nos remontamos a 1933, cuando el joven coreografo Balanchine se vió obligado a cerrar su compañía Les Ballets por problemas económicos y decidió marcharse a América. De esta manera surgió en 1934 la School of American Ballet. Su escuela formó a grandes bailarines y, todavía hoy en día, su técnica es la caldera de la que se alimentan las principales compañías de EEUU. Tras un año de formación, Balanchine creó una coreografía para que los alumnos supieran la gran diferencia entre bailar en un escenario o en clase. Su primera puesta en escena en tierras americanas, títulada: Serenade, con música del compositor Tchaikovsky, se convirtió en un hito.
En el ballet sin história todo se reduce al movimiento y la música.
En esta obra las musas fueron los mayores bailarines y coreógrafos que Rusia ha formado. Destacaron Marius Petipá, lev Ivanov y Michel Fokine. La pieza resultante era una presentación sin argumento en la que pese a la insistencia de los espectadores y críticos de encontrar una historia, no la había. En palabras de Balanchine: » Hay, simplemente, bailarines en movimiento con una bella música. La única historia es la historia de la música, una serenata, una danza, si se quiere, a la luz de la luna».
Frederick Ashton es otro coreógrafo importante asociado con el estilo neoclásico. Tres de sus obras se han convertido en piezas muy reconocidas en el repertorio internacional: Sylvia ( 1952 ), Romeo y Julieta (1956) y Ondine (1958 ).
