
En 1909, los ballets rusos debutaron en París sorprendiendo con grandes producciones, maestros bailarines y música extraordinaria.
El ballet ruso consiguió un éxito inmediato como sinónimo de innovación y vitalidad. Su popularidad se ha mantenido hasta la actualidad y dió inicio al ballet moderno. Con el desarrollo de la danza en Rusia surgieron grandes bailarines que han pasado a ser casi una leyenda, como Nijinsky y Ana Pavlova.

De 1918 a 1938, los diversos movimientos artísticos modernos se imponen en el ballet, considerado como un arte tradicional. En esta época se da a conocer la primera bailarina norteamericana Isadora Duncan, quien realizaba danzas improvisadas de estilo libre. Su ballet, de gran sentimentalismo y expresión corporal, constituía un desafío a las normas rígidas del ballet, Ella fué quién inspiró con sus movimientos al coreógrafo ruso Michael Fokine, considerado el creador del ballet moderno.
La influencia del ballet ruso en la creación de las compañías de danza
A finales del siglo XVII Luis XIV fundó la Académie Royale de Musique en la Opera de Paris, en donde surgió la primera compañía profesional: la compañía de ballet, el Ballet de Opera de Paris.
El ballet se independizó como forma de arte, aunque todavía mantenía una estrecha relación con la ópera. De igual forma se desarrolló desde el centro de Europa a otras naciones. El Ballet Real de Dinamarca, también conocido por Royal Danish Ballet, y el Mariinsky Ballet del Imperio ruso fueron fundados en el año 1740 y consiguieron mucha fuerza sobre el año 1850. En 1907, el ballet ruso regresó a Francia, donde el Ballets Russes de Sergei Diaghilev y sus sucesores fueron muy influyentes. Pronto el ballet se dió a conocer en todo el mundo con la formación de nuevas empresas. Entre ellas El Royal Ballet de Londres (1931), el Ballet de San Francisco (1933), American Ballet Theatre (1937), El Royal Winnipeg Ballet (1939), The Australian Ballet (1940), el Ballet de Nueva York (1948), el Ballet Nacional de Canadá (1951), y el Delhi Ballet (2002).
Del ballet ruso al ballet moderno
Desde París, Fokine fue a Suecia y luego los EE.UU. y se estableció en Nueva York. Él creía que el ballet tradicional ofrecía más que movimientos bonitos y una exhibición atlética. Además de una buena técnica exigía: drama, expresión y una autenticidad histórica. Con el tiempo el coreógrafo decidió rechazar el tutú tradicional y propuso una tendencia de vestuario más contemporáneo.
Fokine coreografió “Scheherazade” (Rimsky -Korsakov) ” y “Cleopatra”. También retomó las piezas “Petrushka” y “El pájaro de fuego”. Una de sus piezas más famosas fue “La muerte del cisne”, interpretada por Anna Pavlova. Más allá de sus talentos como bailarina, Pavlova tenía el potencial para llevar a cabo las demandas que Fokine tenía en el momento de coreografiar la rutina de ballet. La leyenda cuenta que Pavlova se identificó tanto con el papel de cisne que ella pidió que cuando muriera la vistieran con el disfraz del cisne.
George Balanchine desarrolló una de las mejores técnicas en América cuando abrió la escuela en Chicago, y en Nueva York. Adapto el ballet a los nuevos medios de comunicación, el cine y la televisión. Con esa gran técnica, Balanchine, realizó una nueva coreografía de clásicos como “Lago de los cisnes” y “La Bella Durmiente”, así como la creación de nuevos ballets. Él produjo interpretaciones originales de los dramas de William Shakespeare como: “Romeo y Julieta”, “The Merry Widow” y “A Midsummer Night’s Dream”.
En 1967, las Joyas de Balanchine rompieron con la tradición narrativa, puesto que en vez de dramatizar un trama se dedicó a dramatizar un tema. Esta nueva idea encajaba con lo que se proponía en Estados Unidos de buscar la libertad de pensar y expresarse. Hoy en día, grancias a Balanchine, el ballet es uno de los bailes mejor perservados en el mundo.
Barbara Karinska era una inmigrante rusa, la cual colaboró con Balanchine para mejorar el arte del diseño de vestuario. Ella introdujo el corte llamado “bais cut” y un tutú clásico que permitía al bailarín tener mayor libertad de movimiento. Con una atención meticulosa a los detalles, decoró su tutús con abalorios, bordados y aplicados de tela.
En 1999 se llevó a cabo el estreno de la pieza “The Fountain of Bakhchisarai” por el Ballet Kirov en Nueva York. La era soviética del ballet ruso puso mucho énfasis en la técnica, el talento y la fuerza. Se exigía la fuerza para todos los nuevos bailarines occidentales novatos. Cuando se ven los archivos que se pudieron recuperar, se puede ver la gran técnica y talentos de bailarines como Galina Ulanova, Natalya Dudinskaya y Maya Plisetskaya y coreógrafos como Pyotr Gusev.